El último minuto: el 1%

Eran aproximadamente las 5:30 de la mañana. Estaba agotada, quería parar, no quería continuar más. Las ganas no me faltaban para bajarme de mi bicicleta de ejercicio. Con música en mis audífonos y un lindo amanecer allí me encontraba: luchando con los últimos minutos de ejercicio. Cada minuto que pasaba parecía eterno, no dejaba de ver mi reloj… ¡Estaba cansada!

En vista que ya no podía más, pensé: “Me voy a bajar”. Así que miré mi cronómetro nuevamente y ¿adivinen cuánto faltaba? ¡1 minuto! En ese instante nuevas fuerzas surgieron dentro de mí. Así que con energía y ánimo corrí. Aceleré mi último minuto hasta terminar. Algo pasó dentro de mí: era como el chip de un campeón con un espíritu finalizador. Ese minuto marcó la diferencia.

El último.

El 1%.

¿Sabes? Voy a cambiar el mundo. Estoy segura. También me propongo bajar tres tallas de ropa, por eso empezaré una estricta dieta. Solo por hoy comeré esta hamburguesa con papitas y gaseosa. Además, ya no me voy a levantar tarde. Aunque iniciaré dentro de un mes porque estoy embolatada estas próximas semanas y necesito dormir.

¿Te parece esto conocido? Seguramente que sí. Me encanta ver el deseo de la gente por alcanzar sus sueños, es magnífico. Su intención, corazón, ánimo y motivación es sensacional. Sin embargo, no es suficiente. Ellos quieren un cambio de la noche a la mañana y se olvidan de atender lo pequeño, lo “insignificante”…

Presta mucha atención:

La historia de esta mujer es fascinante. Ella se encontraba entre la vida y la muerte. El territorio de su nación le pertenecía a otra población y estaban próximos a desterrarlos sin cuidado. No obstante, decidió guardar la vida de dos personas del pueblo enemigo, porque sabía que Dios estaba con ellos. Su fe y valentía al realizar este simple acto la reconoce como una heroína de la fe.

“Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz” Hebreos 11:31.

Lo mejor es que no solo salvó su vida de la muerte, sino también de toda su familia. Mientras miles sufrieron, se lamentaron y perecieron, una familia fue preservada gracias a una persona. Solo bastó de alguien que se levantara e hiciera algo diferente a lo habitual, común y “normal”. Ella tenía claro lo que quería: “Os ruego pues, ahora, que me juréis por Jehová, que como he hecho misericordia con vosotros, así la haréis vosotros con la casa de mi padre, de lo cual me daréis una señal segura; y que salvaréis la vida a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y hermanas, y a todo lo que es suyo; y que libraréis nuestras vidas de la muerte” Josué 2:12-13.

Su  pequeño acto fuera del común, hizo que miles de años después tú y yo continuemos hablando de ella. Lo curioso es que no revolucionó la vida de millones, no viajó por naciones, ni fue reconocida por su poder y riquezas. No. Simplemente hospedó a dos personas en su casa.

¿Qué tan pequeño consideras lo que Dios te ha dado como para no discernirlo y cambiar tu entorno, tu vida y hasta el mundo?

Para mí era importante terminar ese minuto de ejercicio. Sabía que ese 1% me disciplinaba y formaba en mí una mentalidad de ganadora. También sé que las decisiones diarias como escoger entre “gaseosa o agua”, “dormir o trabajar”, “chatear o intimidad con Dios” marcan el rumbo de mi vida y por consecuente mi destino. Lo tengo claro.

Hoy te animo a ser diferente. Caracterízate por amar lo pequeño, los detalles, el diario vivir. En poner amor, entusiasmo, dedicación y esfuerzo a todo lo que emprendas. En tomar decisiones que beneficien tu vida a largo plazo y no que te satisfagan en el momento.

Yo sé quién soy. Por eso no menosprecio los pequeños retos o actos de obediencia, pues sé que son mi impulso al éxito: a la vida plena que Dios ha decretado para mí. Sé que soy diferente y fuera del común…

¿Y tú? ¿También eres del 1%?