Hay actitudes que llaman la atención de Dios… Son actitudes del corazón.
Cuando haces algo diferente y fuera de lo común, llamas la atención del cielo. Rut decidió quedarse con su suegra, Noemí, aún cuando ella no tenía nada que ofrecer. Lo lógico era que al morir los esposos de Rut y Orfa (las nueras de Noemí), cada una regresara a sus casas. Y créeme, no tendría nada de malo. Es más, eso fue lo que Orfa hizo y Noemí la bendijo. Sin embargo, Rut hizo algo diferente y extraño:
“Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos. Y viendo Noemí que estaba tan resuelta a ir con ella, no dijo más” (Rut 1: 16 – 18).
Rut se arriesgó. Dejó lo que probablemente sería más cómodo y sencillo, aún, lo que ella quería, para creerle a Dios. Ella no tenía ni idea el resultado de esta decisión, pero su actitud del corazón movilizó el cielo a su favor. Ella cooperó con el plan de Dios aún sin saberlo. Vivió en sumisión y devoción total a su mentora. Siguió sus instrucciones y finalmente, recibió la bendición.
Fue redimida por Booz, un pariente de Noemí. Un hombre rico y con gran prestigio en el pueblo. Por instrucción de Noemí, Rut espigó arduamente en el campo. Booz la vio y preguntó por ella. Y le dijo:
“He sabido todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y que dejando a tu padre y a tu madre y la tierra donde naciste, has venido a un pueblo que no conociste antes. Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte” (Rut 2: 11-12).
Ahora la actitud del corazón era conocida y más adelante fue recompensada por Booz.
La historia no termina aquí. Booz redimió a Rut y se casaron. Y de este linaje nació el Rey David y más delante nuestro Salvador Jesús.
La actitud del corazón te lleva a creer en el plan de Dios cuando no hay nada. Te lleva aferrarte a la promesa cuando todo parece perdido. Y sobre todo, te lleva a recibir recompensas eternas, que marquen tu generación. Si quieres que tu nombre sea recordado, si quieres dejar un legado, esfuérzate por mantener esta actitud del corazón que llama la atención de Dios. Una actitud que va contra la corriente, que es diferente, pero siempre, es destacada por sus extremos sacrificios de obediencia.