14. 11. 17: Apunta, suelta y lanza

Saca el arco.

Prepara la flecha.

Levanta tu mirada.

Apunta, Alejandra.

Pero, Señor, ¡no puedo! – refuté-.

Apunta, Alejandra – me insistió, nuevamente, el Señor -.

¿Estás lista? – añadió-.

Sí, Señor – respondí-.

Suelta la flecha.

Lanza, ¡lanza!

¡Qué difícil es equivocarse! ¡Qué difícil es tropezar! Y, sobre todo, ¡qué difícil es levantarse nuevamente! Quisiera llevar ese tipo de vida de arcoíris, castillos de princesas, paraísos con magníficos manantiales, como caminando todo el tiempo sobre las nubes. Donde todo es perfecto. Donde no hay dolor. Ni errores. Ni caídas.

¿Existe?

Por supuesto que sí. Pero aún, tú y yo no estamos allí. Estamos aquí: En la tierra.

No soy el tipo de persona perfeccionista. Sin embargo, sí me gusta tener todo bajo control e ir todo el tiempo como en una escalera: de aumento en aumento, sin que nada paralice, retroceda o cambie mi plan. No me creo SuperGirl, simplemente me costaba tropezar, sacudirme y levantarme.

Y cuando digo “costaba” es porque mi Señor, me enseñó que mientras esté en esta tierra, nadie es exento de cometer errores y pasar por circunstancias difíciles.

Me equivoqué. Y la verdad, me he equivocado cientos de veces.

Justo en el momento en que he tapado mis oídos a la voz de mis mentores (mis papás y mis Pastores), ha llegado el tropezón. Cuando creí que yo sabía cómo proceder en determinada situación y me enfrasqué en mi poco conocimiento, llegó el error. Lo que todos queremos evitar.

La instrucción, el consejo, la reprensión y la corrección deben ser tu llave maestra para la puerta de la grandeza. Por eso, asegúrate de llevarla contigo donde quiera que vayas. Asegúrate de temer Sus mandamientos por encima de todas las cosas. Y, asegúrate, de no confundirte por cualquier cosa que el enemigo quiera traer para romper tu enfoque. Aprende a discernir.

El Rey David pecó con Betsabé. ¿Cómo es posible que un hombre conforme al corazón de Dios hiciera tal cosa? Sencillo: nadie es perfecto. Muchos se lamentan y condenan toda la vida por sus errores. Otros, son valientes y tal como David, se levantan. Él afrontó las consecuencias: Su hijo murió. Pero versículos más adelante, vemos un hombre que conquista las batallas y Dios le restituye la pérdida del hijo con el nacimiento de Salomón.

Esto me indica que un error no te quita el reinado. Un error no quita el propósito de Dios sobre tu vida. Todos nos equivocamos. ¿La diferencia? Los perdedores se lamentan. Los campeones se levantan. ¡Avanza! No todo está perdido. La gente te puede juzgar, señalar, burlarse o criticar. Podrán dejar de creer en ti. Pero Dios “es quien borra tus rebeliones” (Isaías 43:25-27).

“Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse” (Proverbios 24:16).

Y allí me encontraba, en mi cuarto, con el corazón derramado en la Presencia de Dios. ¿Digna? No me sentía. ¿Capaz? No me veía. Hasta que Él llegó. Y me dijo: “Levántate. Yo creo en ti. Coge tu arco, apunta y lanza la flecha”.

Así lo hice. Difícilmente me podía poner sobre mis pies. La Presencia del Espíritu Santo era tan tangible en ese lugar que no podía evitar llorar. Entonces, cogí mi arco, apunté y empecé a lanzar y a lanzar y a lanzar.

En ese instante le dije: “¿Señor, qué quiere decir esto?”. Su respuesta fue: “A partir de hoy te levantarás para mayor gloria. Todo lo que tu mirada apunte, alcanzarás. Un error no quita el propósito. Un error te forma y te impulsa para mayor gloria”.

Saca el arco.

Prepara la flecha.

Levanta tu mirada.

Apunta, Alejandra.

Pero, Señor, ¡no puedo! – refuté-.

Apunta, Alejandra – me insistió, nuevamente, el Señor -.

¿Estás lista? – añadió-.

Sí, Señor – respondí-.

Suelta la flecha.

Lanza, ¡lanza!

“Justo donde quería: Al blanco. Mi Espíritu será tu soporte y mientras Él esté contigo, la flecha llegará a su destino”- Concluyó, mi buen Dios -.

El 14 es una fecha bíblica, donde Dios establecía este día por señal. Así lo hizo cuando liberó a Israel de la esclavitud (Éxodo 12:6) y cuando salvó a los judíos de la destrucción (Ester 9:20). Lo que te quiero decir es que hoy no es un día normal. Es el día para que saques tu arco, apuntes a tu objetivo, sueltes la flecha y lances.

No me importa qué pasó ayer. Hoy es un nuevo comienzo. ¡Apunta! ¡Suelta! ¡Y lanza! El cielo cree en ti. Y yo también creo en ti.