Un propósito más allá: 2018, ¡estamos listos!

Recuerdo que estaba de vacaciones en San Andrés con mi familia, cuando una noche, mientras conversaba con mis papás, mi mamá me dijo: “Chiqui, aprende a discernir el propósito de cada viaje. Es cierto que viajas por trabajo, pero creo que Dios tiene un plan más allá. Debes estar apercibida y preguntarle al Espíritu Santo cuál es el propósito de cada entrevista y viaje que realizas”.

Para que entiendas mejor, por mi trabajo, acostumbro a viajar constantemente a realizar entrevistas o a asistir a reuniones y a eventos. Para mí, era común llegar al lugar de destino, hacer mi trabajo (la tarea encomendada) y regresar a casa. Pero sin duda, esa noche, Dios me alertó por medio de mi mentora.

A partir de allí, algo cambió en mí. El siguiente viaje impactó mi vida. Estaba en el cubrimiento de Ajedrez al Parque RCN, cuando algo llamó sumamente mi atención: uno de los jueces (jurados) del campeonato, se destacaba entre los demás por tener a sus niños en orden, por ser diligente en resolver conflictos entre ellos y por la actitud y pasión con la que desempeñaba su labor. Así que no tardé en acercarme a él y ver cuál era la diferencia de este hombre para resaltar en medio del común.

Al llegar a la mesa, se encontraba con dos niños que estaban discutiendo porque uno de ellos insistía en que el otro había hecho trampa. En medio de la situación, el Señor me dijo: “Alejandra, observa al juez. La vida es como un partido de ajedrez. Debes aprender a hacer las jugadas correctas, porque cada movimiento de ficha, que son las decisiones, traerán consecuencias que te acercarán a la victoria o a la pérdida. Por eso, debes prepararte, en sabiduría, para las jugadas de la vida. Y si tu contrincante, el enemigo, te hace trampa, no dudes en llamar al juez: a mí. Siempre haré justicia”.

En ese momento lo entendí: Dios quería hablarme y enseñarme algo, que justo en esa temporada, necesitaba escuchar. Jamás lo olvidé. Y hoy lo continúo guardando en mi corazón.

Ahora, en este último viaje que hice a una entrevista, algo en particular sucedió que deseo compartir contigo. Es más, mientras escribo, me encuentro en el avión de regreso a casa. Y hay dos cosas puntuales que viví, que quiero decirte:

Lo primero, es que a punto de despegar, el Señor me dijo: “2017 fue el año de preparación del avión. Te probé y formé. Ahora, escúchame bien: 2018 es el año del despegue. Volarás tan alto y lejos, que tus enemigos levantarán su vista para verte triunfar. Porque yo, el Señor, he decidido bendecirte”.

Lo segundo, es que en la entrevista que realicé, tuve la oportunidad de hablar con la mamá de unas trillizas, a quienes no le daban esperanza, pues el médico le había dicho que al nacer, morirían. Esta noticia para su mamá fue tan grande que mientras charlábamos, me dijo: “lo único que pude hacer fue aferrarme a Dios. Pasaba en la Iglesia”. En ese instante algo saltó dentro de mí y el Espíritu Santo no tardó en hacerme saber que Dios está interesado en obrar en lo que dan por muerto y marchito para darle vida. Si no ven esperanza ni salida, déjame decirte que es la oportunidad perfecta de Dios para movilizarse a tu favor. Hoy, Aura Cristina, madre de estas princesas, abraza a sus tres hijas.

Y creo que estas palabras son para mí, sí. Pero, sobre todo, para ti. Estoy segura que este viaje fue una idea de Dios para hablarte.

En el 2018 vas a despegar. Dios está a punto de obrar un de repente en tu situación. Un milagro está por manifestarse en esa circunstancia que considerabas muerta. El diablo tenía el edicto para destruirte, pero Dios lo volteó para bendecirte. El tiempo de lamento acabó y llegó el tiempo de gloria y bendición. Tus ojos verán las promesas de Dios cumplidas y todos se maravillarán de las obras portentosas que Dios hará contigo (Salmos 72:18-19).

¡Hay un decreto del cielo para bendecirte!

No olvides la lección que hace unos meses aprendí: Dios tiene propósitos más allá…

Donde menos piensas, con quien menos no te imaginas, Dios está listo para hablarte y bendecirte. ¡Algo grande viene!

Bienvenido(a) a tu mejor año: 2018.

¡Gracias por acompañarme este 2017!