El día de las pequeñeces

Por alejandra el noviembre 23, 2017 - Regresar

¡Cállate!

Fue su respuesta.

Es fácil admirar el éxito. Asombrarse con la grandeza es común. Todos quieren estar cerca de los triunfadores. Desean servirles para ver si algún día pueden llegar a su nivel. De igual forma, es fácil menospreciar lo pequeño. Burlarse de lo “insignificante” es cosa común. Nadie quiere estar cerca de un “perdedor”, de un “pobre muchachito”. Y mucho menos, extenderles la mano, porque sencillamente: son nadie.

¿Nadie?

No me puedo imaginar ese momento: en el que te desprenden de alguien que amas. Que sabes que no lo volverás a ver hasta la eternidad. Aún peor, si ese alguien es tu familia, tu papá, tu mamá, o quizá, tu mentor.

Eliseo. Un joven único, especial y apartado por Dios para grandezas. Nació entre riquezas, en una de las familias más prestigiosas de su tierra. A causa de su fama, Elías, profeta de Israel, lo reconoció y le entregó su manto.

Ja, ja, ja, ¿realmente crees que fue así?

¡Pf!

Elías no tenía ni idea quién era Eliseo. Este niño era pobre. Trabajaba arando para poder llevar alimento a su casa. No obstante, tenía una característica sinigual que llamó la atención de Dios y fue la llave que lo llevó a la grandeza: su fidelidad en el día de las pequeñeces.

¿Arar bueyes? ¡Por favor! Que trabajo tan humillante e insignificante, ni siquiera era guarda o sirviente de la casa de algún gobernante.

Mi querido amigo, permíteme explicarte que eso no es una condición de Dios para la promoción. Con esta historia verás el increíble poder de un corazón agradecido en las pequeñeces.

Me imagino la energía, el amor y el agradecimiento con el que este joven hacía las cosas. Aparentemente solo lo veía su padre y sus compañeros de trabajo, pero, un Rey lo analizaba de día y de noche. Para este Rey, su fidelidad a lo simple, a lo común, a “la nada”, era como aroma grato a sus pies. Por eso, al momento de pensar en un sucesor para el mayor cargo de Israel, el cual era el del profeta, le dijo a Elias: “Unge a Eliseo hijo de Safat, para que te suceda como profeta” (1 Reyes 19:10).

¿Cómo es posible que un “x” fuera escogido para esto?

Dice la Biblia que Elías al bajar al desierto de Damasco, encontró a Eliseo arando. Pasó y arrojó su manto sobre él. Y, enseguida, Eliseo dejó sus bueyes y corrió tras él.

Era un día normal, estoy segura que Eliseo no se levantó pensando en que sería el próximo profeta de Israel. Él se levantó una vez más, agradecido con Dios, porque tenía que arar.

Aquí no termina la historia de este campeón. Mucho tiempo después, siendo simplemente un asistente de Elías, llegó el día en que su mentor partiera con el Señor. Te imaginarás ese momento tan difícil, de despedirte de alguien que amas: de tu padre.

Al llegar a Jericó, todos los profetas le dijeron: “¿Sabes que hoy el Señor va a quitarte a tu maestro y a dejarte sin guía?” (2 Reyes 2: 5). En otras palabras: ¿Sabes que apenas Elías parta, vuelves a ser nadie? Pero eso no afectó a Eliseo. Él sabía quién era. Él no tenía necesidad de demostrarle nada a nadie, ni de decirles que él era el sucesor. Por eso, esta fue su respuesta: ¡Cállense!

Versículos más adelante, vemos que Elías es arrebatado y el manto cae sobre Eliseo. Posteriormente, golpea el agua y el río se parte en dos. Al ver esto, los profetas de Jericó, los mismos que lo menospreciaron, exclamaron: “¡El espíritu de Elías se ha posado sobre Eliseo! Entonces fueron a su encuentro y se postraron ante él, rostro en tierra. ―Mira —le dijeron—, aquí se encuentran, entre nosotros tus servidores” (2 Reyes 2:15).

La gente te va a menospreciar porque no creerán lo que dentro de ti sabes: que eres grande y exitoso. Probablemente ahora no tienes nada, difícilmente tienes para comer, nadie te ve ni te reconoce, aún así, sigues adorando a Dios y siendo agradecido, fiel y esforzado en lo pequeño.

No necesitas el aplauso de todo el mundo, solo la mirada del Rey. Empieza a escribir los nombres de los que menosprecian tu visión, porque tú serás su canal de bendición.

Esta historia es para mí. Es para ti. Y ya conoces el final: la grandeza.

Sé agradecido en lo poco, en las cenizas, porque hay un Rey que te analiza.

La gratitud siempre será recompensada por Dios.

¡Happy Thanksgiving!


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